La diversidad real de la sociedad se manifiesta con mayor fuerza en el entorno escolar por ser un lugar donde conviven numerosos niños procedentes de cualquier ámbito.
Esta premisa inicial no está carente de significado por ser obvia, puesto que ha veces ignoramos que los niños y niñas que asisten a las escuelas son diferentes entre sí, por su educación familiar, por su contexto social y por otros hechos que influyen, queriendo limitar estas diferencias, imponiendo un igual ritmo de trabajo en el aula, iguales reacciones ante problemas e iguales comportamientos ante diversas necesidades.
Si esto es así cuando los niños y niñas están dentro de los cánones llamados “normales”, resulta realmente devastador, cuando entre los alumnos y alumnas encontramos un niño o una niña que además de no cumplir estos cánones, tiene un comportamiento que tachamos de “raro” en diversos sentidos, ante el que ponemos la alerta y queremos diagnosticar rápidamente. Pero esto no es lo realmente grave del problema, lo frustrante de esto es que finalmente lo que estamos haciendo es colocar una etiqueta al niño que presenta una necesidad determinada.
Esta etiqueta no sirve de nada en la mayoría de los casos para ayudarle a solventar la necesidad (que debiera ser lo primero) sino que sirve para aislarlo, darle más trabajo u otro trabajo diferente estimagtizándolo fuera del lugar común de trabajo o de lo que hacen el resto de sus compañeros y tratándolo como si este “problema” fuera realmente más importante que la necesidad a solventar.
En este punto quiero aclararte que realmente existen determinadas necesidades en el aula que requieren una intervención importante a nivel médico y curricular y que a veces impiden el normal desarrollo del aprendizaje del niño o la niña (sobre todo en aulas convencionales) pero, salvo estos excepcionales casos, debes tener en cuenta que las diferencias en la infancia son la normalidad y que pretender que todas las respuestas ante una educación encorsetada sea la misma por parte de los niños y niñas es realmente imposible.
Debes saber que la mayor parte de las dificultades de aprendizaje de los niños y niñas que puedes encontrarte en las aulas convencionales y por consiguiente en las familias y que no son por motivos médicos, están fundamentadas en una necesidad que se plantea en los niños y niñas y que no está resuelta, con lo que la desviación que se manifiesta en estos niños y niñas puede ser muy diversa; rabietas, falta de concentración, aburrimiento, malas conductas en el comportamiento, aislamiento, miedo, excesiva agresividad, mala gestión emocional, malos rendimientos académicos, etc
Ante estas desviaciones, como comentaba al principio,¿qué se suele hacer? Pues, colocar una etiqueta de malo, torpe, poco trabajador, que molesta mucho en clase, perfeccionista o listo (porque no todas las etiquetas aparentemente las ponemos en sentido negativo) y otro largo etcétera.
María Montessori, determinaba que ante las necesidades no resueltas, los niños y niñas reaccionaban con desviaciones en su conducta. Algunas de ellas como decía, pueden parecer normales o buenas y tendemos a obviarlas y otras son realmente llamativas y son tildadas de negativas.
Sea como fuere, tienes que ser conscientes de que en un aula convencional conviven distintas personalidades, con sus características y que debes detectar aquella necesidad que se manifiesta para solventarla y educar sin determinar con etiquetas, a veces mal colocadas.
Es cierto que actualmente existen distintas tipologías manifestadas y comprobadas a nivel médico que pueden darse en los niños y niñas; altas capacidades, autismo (TEA), trastorno específico del lenguaje (TEL), dislexias, etc, pero conocer que estos niños y niñas puedan poseer algunas de estas historias clínicas, no hacen más que ayudarte y orientarte para actuar en el aula o ambiente informándote de las características y peculiaridades que pueden poseer, pero no para poner una etiqueta y eliminar la observación necesaria que tienes que ejercer para detectar las necesidades específicas de cada niño o niña.
En un ambiente montessori real, la diferenciación por etiquetas es inexistente, puesto que el trabajo individual y en pequeños grupos por parte de los niños y niñas en distintas cosas, la libertad de elección del material y la posibilidad de trabajar según intereses manifiestos, permite aprender a distintos ritmos, ofreciendo posibilidades diferentes en función de las necesidades.
Evidentemente, en un aula convencional, donde se aprende con el libro, todos al mismo ritmo, sentados en sillas individuales, es complicado no diferenciar si un niño o una niña necesita una adaptación curricular o una intervención específica, pero puedes eliminar las horribles etiquetas y ofrecer alternativas de trabajo bajo la perspectiva de la pedagogía Montessori, observando primero que necesita el niño o la niña y dando un trabajo adaptado a estas necesidades (ya se que es difícil, pero puedes conseguirlo).
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